Editorial de Walter Vuoto: Néstor Kirchner ”El Hombre que vino a sacudir”
Todavía se nos pone la piel de gallina cuando recordamos aquel 27 de octubre de 2010, cuando la gente hacía una cola interminable para despedir a Néstor, se llenaba la Plaza de jóvenes, la gente salía a despedirlo desde los balcones y una caravana interminable de almas lo acompañaba desde las calles.
En estos diez años, los argentinos y las argentinas hemos aprendido mucho. Algunos de los sueños de Néstor son una realidad y otros siguen pendientes. Hoy hay una juventud preparada, hay cuadros formados, que no abandonan a pesar del fracaso y que se vuelven a levantar.
Comprendiendo las dificultades inmensas de nuestro tiempo, podemos darnos vuelta y ver todo lo que hemos conseguido, siguiendo el camino que nos marcó Néstor. Hemos logrado cuidar su legado y hacerlo crecer pese al ataque permanente y estigmatizante que hemos sufrido.
La fuerza de sus ideas está tan viva, que se siguen multiplicando, despabilando nuevas cabezas y enamorando a miles de jóvenes que todos los días se suman a la política.
Cuando Néstor asumió en el 2003, en su discurso ante el Congreso dijo algo que es fundamental recordar: “los argentinos queremos lo mismo, aunque pensemos distinto”.
La reconstrucción de la Argentina tiene que ser con todos y con todas. Tenemos, por lo tanto, una enorme misión pedagógica de explicar, ayudar a reflexionar, convocar, y generar los consensos, que hoy son tan necesarios, como fueron en 2003. Hoy más que nunca, la unidad es el único camino que nos puede salvar.
Para Néstor los jóvenes eran la posibilidad de hacer un puente con el futuro. Cuando nos habló, logró lo que muy pocos pueden hacer: sacudirnos. Nos sacudió las ideas, nos corrió del lugar de la queja permanente, de la apatía, para lanzarnos al mundo de la transformación, de la solidaridad, del trabajo en equipo.
A mí se me viene a la cabeza la imagen de que nos “parió” como ciudadanos. La crisis de 2001 nos encontró protestando en la calles, pero sin creer demasiado en nada. Escépticos en la oscuridad, y sin rumbo.
Néstor prendió todas las luces y nos encendió a todos. Poniendo luz sobre los que estaban invisibilizados, poniendo en el centro a aquellos que habían sido silenciados por los poderes fácticos, visibilizó los reclamos y las deudas pendientes.
Antes de Néstor y Cristina, nos habían convencido de que no se podía, que no éramos capaces, que no teníamos la fuerza, ni el carácter, ni la entereza, ni la ética, que no teníamos tantas cosas… que nos terminamos olvidando de todo lo que teníamos, de este pueblo que, como dice Alberto Fernández, sabe levantarse una y mil veces.
Si Néstor nos había inspirado, y Cristina nos había cobijado, Máximo vino a profundizar ese camino, formándonos como cuadros y como dirigentes, haciéndonos comprender la importancia de la organización.
Cuando Néstor asumió “por mandato popular, por comprensión histórica, y por decisión política” nos dijo que “cambio es el nombre del futuro”, que de lo que se trata es de “cambiar los paradigmas con los que se analiza un éxito o un fracaso de una dirigencia y de un país”. Y nos propuso un sueño: “una Argentina unida, normal, un país serio y más justo”.
Que hoy el pueblo argentino haya elegido a Alberto y a Cristina, nos vuelve a dar la oportunidad de lograr aquello que quedó inconcluso.
Con organización y unidad logramos hacer realidad ese anhelo de una política llena de jóvenes con vocación transformadora. Tenemos ahora el desafío de lograr la reconstrucción de la Argentina y ese país unido, libre, justo y soberano, con el que soñó el flaco.